miércoles, 9 de noviembre de 2022

La ultraderecha no acepta la derrota de Bolsonaro

Con Daniel Omar Pérez charlamos acerca de la ultraderecha bolsonarista que no se resigna a la derrota de su "mito" y, alimentada a fakenews, corta rutas y pide golpe a las puertas de los cuarteles.




Con el Dr. Daniel Pérez, profesor de la UNICAMP en Brasil, analizaremos el fenómeno social de la derecha radicalizada y los efectos de las fakenews. Y continuaremos el análisis de la victoria de Lula en Brasil y de los destinos de Bolsonaro tras su derrota electoral y su fallido intento de golpe de estado.

También nos visitó Anahi Rubin, psicoanalista, periodista y realizadora audiovisual, para charlar acerca del estreno del documental “Únicos” que trata de la trayectoria del grupo folclorista argentino “Los trovadores del Norte”.

¡Que lo disfruten!

           
En Youtube:






NOTA RELACIONADA: Transcribimos un artículo, que pronto será publicado, como complemento de lo que charlamos con Daniel Perez.

La épica victoria de Lula y los desafíos futuros

Por: Ramiro Caggiano Blanco

Lula ganó por más de 2 millones de votos, lo que puede dar la impresión de ser poco, pero no es así ya que, desde la vuelta de la democracia, en Brasil nunca se usó tan descarada e ilegalmente la maquina del estado por un candidato.

Lula ganó las elecciones en Brasil por una diferencia de 2 millones de votos en un padrón electoral de 156. Puede parecer poca diferencia pero es mucho dado que se le ganó al mayor y más eficaz uso de la máquina pública en la campaña electoral que se tradujo en:

1- una  “cruzada santa”, cercenando las voces de quienes declaraban votar a Lula en los templos neopentecostales, y en las iglesias católicas con bolsonaristas que interrumpían misas y hostigan a los sacerdotes que no se declaran a favor del candidato de extrema derecha; 

2- en un masivo acoso laboral de los empleadores bolsonaristas a los trabajadores para que voten a su candidato, lo que constituye delito;  y 

3- en el uso de la maquina del estado con fines electorales mediante planes sociales creados dos meses antes de las elecciones, lo que está prohibido por la ley electoral.

Sin embargo, lo que se esperaba es que el uso de las instituciones del Estado fueran utilizadas en beneficio del candidato a la reelección ¡el día de las elecciones! Para el domingo 30, Bolsonaro tenía preparada nuevas patrañas con las fuerzas del orden: los “Operativos” de la PRF (policía caminera federal) en el nordeste para evitar que los electores voten a Lula. La región nordeste tiene el 27% del padrón electoral y Lula ganó con el 67% de los votos en el primer turno. Hay relatos de personas que, por vestir la camiseta de la selección, con la que se identifica la ultraderecha brasilera, o tener una calcomanía de Bolsonaro pasaban sin ser retenidos, así como calcomanías de la campaña de Lula arrancadas de los parabrisas y banderas “decomisadas” por agentes de la PRF. Fue tan “exitoso” este operativo “colador” que en algunos de los estados del nordeste el índice de abstención fue 5% superior al de los estados del sudeste, donde no hubo “operativos”, tal vez por haber sido la región que más votos le dio al candidato perdedor en la primera vuelta.

A lo largo de la semana tras las elecciones, otro de los mitos que se cayó fue el de que Lula no tendría mayoría en el congreso. Nada más equivocado: los partidos que hasta ayer constituían la base aliada de Bolsonaro ya están cambiando de lado y prometen apoyar la gestión de Lula, así como lo hicieron en el pasado. Inclusive periodistas “bolsonaristas” y hasta pastores de iglesias neopentecostales están haciendo lo mismo. El pragmatismo oportunista hace que los actores políticos se acomoden hacia quien encabeza el gobierno. Bolsonaro lo sabe y está desesperado porque, sin el “poder de la lapicera”, como a él le gusta decir, puede ir a la cárcel sin escalas por más de 58 causas acumuladas en su mandato de presidente y otras tantas como diputado, pendientes en la suprema corte de Justicia.

A eso se debe su negativa estratégica a reconocer la derrota mientras agitaba en las redes sociales una “resistencia patriótica”, que nada tiene de patriótica y sí mucho de criminal, primero cortando las rutas en los estados del sur, sudeste  y centroeste (región donde Bolsonaro obtuvo más votos) y, el miércoles 2, yendo a las puertas de los cuarteles a pedir un golpe de estado “para salvar al país del comunismo”.

Por otro lado, desde el jueves 3 se vienen desarrollando las reuniones del equipo de transición del gobierno electo, compuesto por Geraldo Alckmin, Gleisi Hoffmann y Aloísio Mercadante. Como resultado de esas reuniones, el viernes 4, los representantes del gobierno electo denunciaron un descalabro en las cuentas públicas de 400 mil millones de reales (unos 80 mil millones de dólares) y que no habría presupuesto para programas sociales como “farmacia popular”, programa de “merienda escolar” ni para el “auxilio Brasil” que volverá a llamarse bolsa familia, algo así como asignación familiar, como históricamente se denominó.

Mientras tanto Lula, después de haber almorzado con Alberto Fernández el lunes y de conversar telefónicamente con varios mandatarios mundiales, entre ellos Macron y Biden, se tomó unas minivacaciones en una playa en el sur de Bahia, estado en el que ganó con el 70% de los sufragios.

Aún antes de asumir el 1 de enero, participará de la Cumbre del  Clima, COP 27, en Egipto por invitación del presidente del país anfitrión. También sería invitado a la reunión de Davos, según fuentes periodísticas. 

La Nordea Asset Management, una de las 20 mayores gestoras de patrimonio del mundo, con activos cercanos a los 237 mil millones de euros, retiró las restricciones para realizar inversiones en títulos de la deuda pública del gobierno brasileiro después de que Luiz Inácio Lula da Silva apuntara que va a actuar fuertemente en la defensa del medio ambiente e de que la exministra del Medio Ambiente, Marina Silva, tendrá un papel destacado en su gobierno.

Lula ganó y todo parece volver a su cauce político normal, sin embargo, el nuevo presidente va a tener una tarea inmensa, hercúlea, para recuperar la institucionalidad en todos los frentes, administrativos, judiciales, militares, de las fuerzas del orden, etc. porque lo que recibe es una república desbastada y una masa de gente, derechizada y militante, dispuesta a todo con tal de no dejarlo cumplir su mandato.